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El pistacho ha pasado de ser un cultivo residual a convertirse en una alternativa rentable y sostenible en amplias zonas del interior peninsular. Su adaptación a suelos pobres y climas extremos, su creciente demanda internacional y su idoneidad para modelos ecológicos lo posicionan como uno de los pilares de la nueva agricultura mediterránea. Pero el entusiasmo convive con los riesgos: falta de experiencia, inversiones precipitadas y una industria en proceso de maduración obligan a abordar este cultivo con conocimiento técnico, paciencia y visión a largo plazo. En este reportaje, dos voces expertas, Esaú Martínez Burgos (IRIAF) y Francisco Javier Martínez López (Veolia Agricultura España), ambos ingenieros agrónomos, analizan el presente y el futuro del pistacho español.

 

El pistacho se ha convertido en una de las alternativas agronómicas más prometedoras para el campo español, especialmente en zonas semiáridas donde otros cultivos tradicionales, como la viña o el cereal, presentan baja rentabilidad. "Es un cultivo muy rústico, ideal para condiciones de secano y manejo ecológico, pero exige conocimientos técnicos y una inversión paciente", explica Esaú Martínez Burgos, ingeniero agrónomo y técnico investigador en cultivos leñosos del Instituto Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario y Forestal de Castilla-La Mancha (IRIAF), con base en el centro agroambiental “El Chaparrillo”. "El pistacho no es una moda, pero tampoco es milagroso: hay que conocer bien la planta, el entorno y la tecnología que requiere".

 

Francisco Javier Martínez López, ingeniero agrónomo y CEO de Veolia Agricultura España, empresa que asesora y gestiona miles de hectáreas de pistacho, refuerza esa idea con una mirada empresarial: "Se ha vendido como un cultivo que es sencillo y funciona solo, y no es cierto: necesita cuidados, tratamientos y experiencia. Hay muchas explotaciones que se han planteado desde el entusiasmo y no desde el conocimiento técnico, y eso, con el tiempo, se paga".

 

El corazón productivo: Castilla-La Mancha

Castilla-La Mancha es el epicentro de la producción, con especial peso en las provincias de Ciudad Real, Toledo y Albacete. Martínez López señala que la Mancha y algunas zonas concretas de otras comunidades como Murcia, Madrid, Aragón, Cataluña o Castilla y León "tienen el clima adecuado para que el pistacho prospere, pero fuera de esos entornos hay muchos proyectos con pocas posibilidades reales de futuro". La razón principal, según ambos expertos, es que el pistacho requiere una combinación muy específica de condiciones climáticas: inviernos fríos con al menos 1.000 horas de frío acumuladas y veranos muy calurosos con baja humedad relativa. "La variedad Kerman, que ha sido la más implantada, exige más de 1.100 horas de frío. Eso limita mucho la zona productiva viable", explica Martínez López.

 

Martínez Burgos puntualiza: "También necesitamos suelos bien drenados, texturas francas con menos de un 40% de arcilla, pH neutros o ligeramente básicos y ausencia de hongos patógenos. Si no se cumplen esos requisitos, el cultivo se vuelve inviable desde el principio". La selección de la parcela, en este sentido, es uno de los pasos más críticos para el éxito a medio plazo.

 

Tres décadas de evolución

El pistacho en España ha vivido tres grandes etapas. Entre 1996 y 2010 se dio la fase de introducción, con muchas plantaciones pioneras que fracasaron por errores en la elección del material vegetal y falta de conocimiento sobre su manejo. "Hubo mucho ensayo-error, que permitió aprender, pero también generó cierta desconfianza inicial en el cultivo", indica Martínez Burgos. A partir de 2010 se inicia la fase de asimilación: mejora el viverismo, se difunden ensayos de explotaciones exitosas y surgen las primeras industrias de transformación con capital local. A partir de 2020, España entra de lleno en la fase de expansión: la superficie cultivada se multiplica, las tecnologías mejoran, y el pistacho se consolida como un cultivo rentable y con recorrido comercial.

 

En 2024, España contaba con 84.500 hectáreas de pistacho, una superficie que se ha multiplicado por 2,15 la en los últimos 5 años. De esta superficie plantada, el 77% se encuentran en Castilla-La Mancha. La variedad Kerman ocupa un 55% del total, seguida por Sirora y Larnaka. "El 39% del pistacho nacional es ecológico, lo que demuestra el potencial de este cultivo en clave de sostenibilidad", destaca Esaú Martínez. Pero hay un matiz importante: "Gran parte de esa superficie está aún en fases juveniles, lo que significa que la producción efectiva está muy por debajo de su potencial real".

 

Rentabilidad a largo plazo

Según Martínez López, "antes del cuarto año es muy complicado obtener una cosecha significativa. Incluso en condiciones óptimas de manejo, riego y nutrición, no es hasta el octavo o décimo año cuando se estabiliza el rendimiento. Y aún entonces, puede haber alternancia". Esta entrada lenta en producción y la inversión inicial hacen del pistacho un cultivo exigente, aunque muy rentable a largo plazo si se hace bien. "El problema es que muchos proyectos se han planteado sin esa perspectiva a largo plazo", añade.

 

Además, la alternancia productiva –años de alta y baja cosecha– es común, sobre todo en explotaciones en secano. "No basta con plantar y esperar. El pistacho necesita planificación agronómica, seguimiento técnico y un conocimiento profundo de su fisiología", añade Martínez Burgos. En este sentido, la profesionalización del sector es todavía una tarea pendiente.

 

Ambos ingenieros agrónomos insisten en que los cuidados no se limitan a los primeros años. A lo largo de la vida útil del cultivo (que puede superar los 50 años), el seguimiento de plagas, enfermedades, podas, fertirrigación o el diseño de las cubiertas vegetales influyen directamente en la productividad y en la calidad del fruto.

 

Transformación y tecnología: un sector que madura

El desarrollo industrial también ha sido vertiginoso. "Hace apenas cinco años, muchas industrias se sobredimensionaron pensando que el crecimiento sería lineal. Hoy, la tecnología ha mejorado y hay máquinas más eficientes, por lo que algunas plantas han quedado obsoletas antes de tiempo", explica Martínez López. El proceso industrial del pistacho es clave: debe pelarse en menos de 24 horas desde su recolección y secarse rápidamente para evitar hongos y el amarilleo de la cáscara. "Si no, el producto pierde valor en el mercado y no cumple los estándares internacionales".

 

Además, han surgido nuevos formatos y exigencias. El pistacho ya no es solo un snack. Su uso en repostería, heladería, pastelería o como ingrediente de valor añadido ha impulsado el interés por el grano partido, deshidratado o molido. "Esto cambia radicalmente el enfoque comercial y obliga a ajustar también el manejo en campo", apunta Martínez López.

 

Calidad diferenciada: camino a una D.O.P.

Desde el IRIAF se trabaja ya en el desarrollo de una futura Denominación de Origen Protegida. "Hemos analizado 105 muestras en cinco provincias y 17 comarcas distintas. La variedad Larnaka ha destacado por su alto contenido en polifenoles y antioxidantes", señala Martínez Burgos. El objetivo es vincular el pistacho español a parámetros de calidad diferenciada y trazabilidad, elementos clave para competir con gigantes como Estados Unidos, Irán o Turquía.

 

Los análisis incluyen perfil lipídico, color, textura, contenido en tocoferoles, minerales, fibra y resistencia a la oxidación. "Todo este trabajo está orientado a demostrar científicamente lo que ya sabemos por experiencia: que el pistacho español tiene unas cualidades únicas que lo diferencian en el mercado internacional", añade Martínez.

 

Mercado, precios y riesgo de burbuja

En cuanto a la comercialización, ambos expertos coinciden en que el mercado acompaña. "El pistacho español está bien posicionado en Alemania e Italia, sobre todo en formato grano para repostería y heladería. También en el mercado nacional ha crecido el consumo", afirma Martínez López. En muchos casos, incluso se paga mejor el grano que el fruto entero destinado a snack. "Eso cambia el enfoque productivo", añade.

 

La tendencia de precios en los últimos tres años ha sido alcista, con niveles estables en torno a los 4,5 euros/kilo, lo que, según Martínez López, podría estar generando una burbuja de expectativas. "Aun así, si el pistacho se gestiona con criterio y profesionalidad, tiene mucho futuro. Lo que no podemos es repetir errores de otros cultivos en los que se sobreinvirtió sin tener en cuenta las condiciones limitantes agronómicas y del mercado".

 

También advierte de que hay “muchas explotaciones en secano, con bajos rendimientos, que no llegarán a buen puerto. No porque el cultivo sea malo, sino porque se ha planteado mal desde el principio". A pesar de todo, tanto él como Esaú Martínez coinciden en que, si se corrigen los errores y se avanza en la profesionalización del sector, el recorrido comercial es amplio, especialmente si se integra la cadena productiva y se apuesta por la transformación y venta directa.

 

Un cultivo de futuro (si se hace bien)

En definitiva, el pistacho no es una solución milagrosa, pero sí una gran oportunidad si se cultiva con conocimiento y rigor. "Quien lo entienda como un frutal de alto valor, que requiere cuidados y estrategia, verá recompensado su esfuerzo", concluye Esaú Martínez.

 

Ambos expertos coinciden en que el futuro del pistacho en España dependerá de la capacidad del sector para consolidarse técnicamente, tecnológicamente y comercialmente. "Estamos ante un cultivo que puede generar riqueza y fijar población en el medio rural, pero hay que dejar de vender humo y empezar a profesionalizar cada eslabón de la cadena", resume Martínez López.

 

El pistacho español se enfrenta al desafío de demostrar que su auge no es pasajero. Con inversiones sostenibles, asesoramiento técnico, investigación pública y apuesta por la calidad diferenciada, puede consolidarse como un pilar clave en la nueva agricultura mediterránea.

 

Una cadena de valor por consolidar

Aunque el pistacho cuenta con un mercado en expansión, tanto en Europa como en el ámbito nacional, aún queda camino por recorrer en la articulación de su cadena de valor. La mayoría de las explotaciones siguen vendiendo a granel, sin etiquetado ni transformación, lo que reduce notablemente su margen comercial. "Apostar por marcas propias, cooperativas de segundo grado o alianzas entre productores e industria es clave si queremos capturar más valor", afirma Martínez López.

 

En este sentido, algunas cooperativas y empresas privadas están impulsando proyectos de transformación y comercialización conjunta, especialmente en Castilla-La Mancha. Estas iniciativas buscan ofrecer al consumidor final un producto con trazabilidad, seguridad alimentaria y calidad certificada. "Estamos viendo cómo algunas marcas nacionales empiezan a posicionarse en supermercados europeos con pistacho ecológico español. Es un salto cualitativo respecto a la venta a granel", subraya Esaú Martínez.

 

Investigación y formación, claves para el futuro

Uno de los grandes desafíos del sector es consolidar un ecosistema de innovación y formación continua. "Aún faltan técnicos especializados en pistacho y muchos agricultores necesitan acompañamiento durante todo el ciclo del cultivo", señala Martínez López. Desde el IRIAF, Esaú Martínez coincide: "Debemos intensificar la transferencia de conocimiento y facilitar el acceso a formación técnica, porque este no es un cultivo sencillo".

 

Además, se necesita inversión en investigación aplicada. "Estamos trabajando en nuevas variedades más resistentes a enfermedades y con menos exigencias de frío, lo que ampliaría la superficie cultivable en España", adelanta Martínez Burgos. También se investiga en métodos de control biológico, eficiencia hídrica y mejora del rendimiento industrial.

 

Entre la oportunidad y la responsabilidad

El pistacho ofrece una oportunidad tangible para dinamizar el medio rural, diversificar la agricultura española y responder a las exigencias de sostenibilidad y salud del mercado europeo. Pero no es una solución mágica. Requiere inversión, conocimiento, planificación y responsabilidad. "Si evitamos errores del pasado y apostamos por una cadena profesionalizada y cooperativa, el pistacho puede ser una historia de éxito para el campo español", concluye Martínez López.

 

A medio plazo, será clave observar cómo evolucionan los rendimientos, cómo se adapta la industria a los nuevos estándares de calidad y cómo responde el mercado a una oferta cada vez más diversificada. Mientras tanto, el pistacho sigue creciendo, no solo en hectáreas, sino también como símbolo de una agricultura que quiere mirar al futuro sin perder de vista el conocimiento técnico y el compromiso con la tierra.

28/04/25 9:39
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Pistacho español: un cultivo exigente que desafía al secano y seduce a Europa

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WC - Comunidad - Autor - Fecha

Bernardo Carrión

28/04/2025

7 minutos
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El pistacho ha pasado de ser un cultivo residual a convertirse en una alternativa rentable y sostenible en amplias zonas del interior peninsular. Su adaptación a suelos pobres y climas extremos, su creciente demanda internacional y su idoneidad para modelos ecológicos lo posicionan como uno de los pilares de la nueva agricultura mediterránea. Pero el entusiasmo convive con los riesgos: falta de experiencia, inversiones precipitadas y una industria en proceso de maduración obligan a abordar este cultivo con conocimiento técnico, paciencia y visión a largo plazo. En este reportaje, dos voces expertas, Esaú Martínez Burgos (IRIAF) y Francisco Javier Martínez López (Veolia Agricultura España), ambos ingenieros agrónomos, analizan el presente y el futuro del pistacho español.

 

El pistacho se ha convertido en una de las alternativas agronómicas más prometedoras para el campo español, especialmente en zonas semiáridas donde otros cultivos tradicionales, como la viña o el cereal, presentan baja rentabilidad. "Es un cultivo muy rústico, ideal para condiciones de secano y manejo ecológico, pero exige conocimientos técnicos y una inversión paciente", explica Esaú Martínez Burgos, ingeniero agrónomo y técnico investigador en cultivos leñosos del Instituto Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario y Forestal de Castilla-La Mancha (IRIAF), con base en el centro agroambiental “El Chaparrillo”. "El pistacho no es una moda, pero tampoco es milagroso: hay que conocer bien la planta, el entorno y la tecnología que requiere".

 

Francisco Javier Martínez López, ingeniero agrónomo y CEO de Veolia Agricultura España, empresa que asesora y gestiona miles de hectáreas de pistacho, refuerza esa idea con una mirada empresarial: "Se ha vendido como un cultivo que es sencillo y funciona solo, y no es cierto: necesita cuidados, tratamientos y experiencia. Hay muchas explotaciones que se han planteado desde el entusiasmo y no desde el conocimiento técnico, y eso, con el tiempo, se paga".

 

El corazón productivo: Castilla-La Mancha

Castilla-La Mancha es el epicentro de la producción, con especial peso en las provincias de Ciudad Real, Toledo y Albacete. Martínez López señala que la Mancha y algunas zonas concretas de otras comunidades como Murcia, Madrid, Aragón, Cataluña o Castilla y León "tienen el clima adecuado para que el pistacho prospere, pero fuera de esos entornos hay muchos proyectos con pocas posibilidades reales de futuro". La razón principal, según ambos expertos, es que el pistacho requiere una combinación muy específica de condiciones climáticas: inviernos fríos con al menos 1.000 horas de frío acumuladas y veranos muy calurosos con baja humedad relativa. "La variedad Kerman, que ha sido la más implantada, exige más de 1.100 horas de frío. Eso limita mucho la zona productiva viable", explica Martínez López.

 

Martínez Burgos puntualiza: "También necesitamos suelos bien drenados, texturas francas con menos de un 40% de arcilla, pH neutros o ligeramente básicos y ausencia de hongos patógenos. Si no se cumplen esos requisitos, el cultivo se vuelve inviable desde el principio". La selección de la parcela, en este sentido, es uno de los pasos más críticos para el éxito a medio plazo.

 

Tres décadas de evolución

El pistacho en España ha vivido tres grandes etapas. Entre 1996 y 2010 se dio la fase de introducción, con muchas plantaciones pioneras que fracasaron por errores en la elección del material vegetal y falta de conocimiento sobre su manejo. "Hubo mucho ensayo-error, que permitió aprender, pero también generó cierta desconfianza inicial en el cultivo", indica Martínez Burgos. A partir de 2010 se inicia la fase de asimilación: mejora el viverismo, se difunden ensayos de explotaciones exitosas y surgen las primeras industrias de transformación con capital local. A partir de 2020, España entra de lleno en la fase de expansión: la superficie cultivada se multiplica, las tecnologías mejoran, y el pistacho se consolida como un cultivo rentable y con recorrido comercial.

 

En 2024, España contaba con 84.500 hectáreas de pistacho, una superficie que se ha multiplicado por 2,15 la en los últimos 5 años. De esta superficie plantada, el 77% se encuentran en Castilla-La Mancha. La variedad Kerman ocupa un 55% del total, seguida por Sirora y Larnaka. "El 39% del pistacho nacional es ecológico, lo que demuestra el potencial de este cultivo en clave de sostenibilidad", destaca Esaú Martínez. Pero hay un matiz importante: "Gran parte de esa superficie está aún en fases juveniles, lo que significa que la producción efectiva está muy por debajo de su potencial real".

 

Rentabilidad a largo plazo

Según Martínez López, "antes del cuarto año es muy complicado obtener una cosecha significativa. Incluso en condiciones óptimas de manejo, riego y nutrición, no es hasta el octavo o décimo año cuando se estabiliza el rendimiento. Y aún entonces, puede haber alternancia". Esta entrada lenta en producción y la inversión inicial hacen del pistacho un cultivo exigente, aunque muy rentable a largo plazo si se hace bien. "El problema es que muchos proyectos se han planteado sin esa perspectiva a largo plazo", añade.

 

Además, la alternancia productiva –años de alta y baja cosecha– es común, sobre todo en explotaciones en secano. "No basta con plantar y esperar. El pistacho necesita planificación agronómica, seguimiento técnico y un conocimiento profundo de su fisiología", añade Martínez Burgos. En este sentido, la profesionalización del sector es todavía una tarea pendiente.

 

Ambos ingenieros agrónomos insisten en que los cuidados no se limitan a los primeros años. A lo largo de la vida útil del cultivo (que puede superar los 50 años), el seguimiento de plagas, enfermedades, podas, fertirrigación o el diseño de las cubiertas vegetales influyen directamente en la productividad y en la calidad del fruto.

 

Transformación y tecnología: un sector que madura

El desarrollo industrial también ha sido vertiginoso. "Hace apenas cinco años, muchas industrias se sobredimensionaron pensando que el crecimiento sería lineal. Hoy, la tecnología ha mejorado y hay máquinas más eficientes, por lo que algunas plantas han quedado obsoletas antes de tiempo", explica Martínez López. El proceso industrial del pistacho es clave: debe pelarse en menos de 24 horas desde su recolección y secarse rápidamente para evitar hongos y el amarilleo de la cáscara. "Si no, el producto pierde valor en el mercado y no cumple los estándares internacionales".

 

Además, han surgido nuevos formatos y exigencias. El pistacho ya no es solo un snack. Su uso en repostería, heladería, pastelería o como ingrediente de valor añadido ha impulsado el interés por el grano partido, deshidratado o molido. "Esto cambia radicalmente el enfoque comercial y obliga a ajustar también el manejo en campo", apunta Martínez López.

 

Calidad diferenciada: camino a una D.O.P.

Desde el IRIAF se trabaja ya en el desarrollo de una futura Denominación de Origen Protegida. "Hemos analizado 105 muestras en cinco provincias y 17 comarcas distintas. La variedad Larnaka ha destacado por su alto contenido en polifenoles y antioxidantes", señala Martínez Burgos. El objetivo es vincular el pistacho español a parámetros de calidad diferenciada y trazabilidad, elementos clave para competir con gigantes como Estados Unidos, Irán o Turquía.

 

Los análisis incluyen perfil lipídico, color, textura, contenido en tocoferoles, minerales, fibra y resistencia a la oxidación. "Todo este trabajo está orientado a demostrar científicamente lo que ya sabemos por experiencia: que el pistacho español tiene unas cualidades únicas que lo diferencian en el mercado internacional", añade Martínez.

 

Mercado, precios y riesgo de burbuja

En cuanto a la comercialización, ambos expertos coinciden en que el mercado acompaña. "El pistacho español está bien posicionado en Alemania e Italia, sobre todo en formato grano para repostería y heladería. También en el mercado nacional ha crecido el consumo", afirma Martínez López. En muchos casos, incluso se paga mejor el grano que el fruto entero destinado a snack. "Eso cambia el enfoque productivo", añade.

 

La tendencia de precios en los últimos tres años ha sido alcista, con niveles estables en torno a los 4,5 euros/kilo, lo que, según Martínez López, podría estar generando una burbuja de expectativas. "Aun así, si el pistacho se gestiona con criterio y profesionalidad, tiene mucho futuro. Lo que no podemos es repetir errores de otros cultivos en los que se sobreinvirtió sin tener en cuenta las condiciones limitantes agronómicas y del mercado".

 

También advierte de que hay “muchas explotaciones en secano, con bajos rendimientos, que no llegarán a buen puerto. No porque el cultivo sea malo, sino porque se ha planteado mal desde el principio". A pesar de todo, tanto él como Esaú Martínez coinciden en que, si se corrigen los errores y se avanza en la profesionalización del sector, el recorrido comercial es amplio, especialmente si se integra la cadena productiva y se apuesta por la transformación y venta directa.

 

Un cultivo de futuro (si se hace bien)

En definitiva, el pistacho no es una solución milagrosa, pero sí una gran oportunidad si se cultiva con conocimiento y rigor. "Quien lo entienda como un frutal de alto valor, que requiere cuidados y estrategia, verá recompensado su esfuerzo", concluye Esaú Martínez.

 

Ambos expertos coinciden en que el futuro del pistacho en España dependerá de la capacidad del sector para consolidarse técnicamente, tecnológicamente y comercialmente. "Estamos ante un cultivo que puede generar riqueza y fijar población en el medio rural, pero hay que dejar de vender humo y empezar a profesionalizar cada eslabón de la cadena", resume Martínez López.

 

El pistacho español se enfrenta al desafío de demostrar que su auge no es pasajero. Con inversiones sostenibles, asesoramiento técnico, investigación pública y apuesta por la calidad diferenciada, puede consolidarse como un pilar clave en la nueva agricultura mediterránea.

 

Una cadena de valor por consolidar

Aunque el pistacho cuenta con un mercado en expansión, tanto en Europa como en el ámbito nacional, aún queda camino por recorrer en la articulación de su cadena de valor. La mayoría de las explotaciones siguen vendiendo a granel, sin etiquetado ni transformación, lo que reduce notablemente su margen comercial. "Apostar por marcas propias, cooperativas de segundo grado o alianzas entre productores e industria es clave si queremos capturar más valor", afirma Martínez López.

 

En este sentido, algunas cooperativas y empresas privadas están impulsando proyectos de transformación y comercialización conjunta, especialmente en Castilla-La Mancha. Estas iniciativas buscan ofrecer al consumidor final un producto con trazabilidad, seguridad alimentaria y calidad certificada. "Estamos viendo cómo algunas marcas nacionales empiezan a posicionarse en supermercados europeos con pistacho ecológico español. Es un salto cualitativo respecto a la venta a granel", subraya Esaú Martínez.

 

Investigación y formación, claves para el futuro

Uno de los grandes desafíos del sector es consolidar un ecosistema de innovación y formación continua. "Aún faltan técnicos especializados en pistacho y muchos agricultores necesitan acompañamiento durante todo el ciclo del cultivo", señala Martínez López. Desde el IRIAF, Esaú Martínez coincide: "Debemos intensificar la transferencia de conocimiento y facilitar el acceso a formación técnica, porque este no es un cultivo sencillo".

 

Además, se necesita inversión en investigación aplicada. "Estamos trabajando en nuevas variedades más resistentes a enfermedades y con menos exigencias de frío, lo que ampliaría la superficie cultivable en España", adelanta Martínez Burgos. También se investiga en métodos de control biológico, eficiencia hídrica y mejora del rendimiento industrial.

 

Entre la oportunidad y la responsabilidad

El pistacho ofrece una oportunidad tangible para dinamizar el medio rural, diversificar la agricultura española y responder a las exigencias de sostenibilidad y salud del mercado europeo. Pero no es una solución mágica. Requiere inversión, conocimiento, planificación y responsabilidad. "Si evitamos errores del pasado y apostamos por una cadena profesionalizada y cooperativa, el pistacho puede ser una historia de éxito para el campo español", concluye Martínez López.

 

A medio plazo, será clave observar cómo evolucionan los rendimientos, cómo se adapta la industria a los nuevos estándares de calidad y cómo responde el mercado a una oferta cada vez más diversificada. Mientras tanto, el pistacho sigue creciendo, no solo en hectáreas, sino también como símbolo de una agricultura que quiere mirar al futuro sin perder de vista el conocimiento técnico y el compromiso con la tierra.

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